Después de un vuelo largo y tedioso por fin llegamos al aeropuerto de La Habana donde nos estaba esperando Michel con la botellita de ron y los tabaquitos.

Tras media hora bajo la lluvia con su auto nuevo recién pintado y recién tapizado, nos dejó en la puerta del hotel... y un poco confusos todavía por el jet lag, hemos aterrizado en este magnífico edificio del XIX, que nos ha vuelto a sorprender con su majestuosa silueta.